viernes, 20 de noviembre de 2009

Editorial " Más allá del fútbol"


No cabe duda que cuando el árbitro Bussaca dió por finalizado el partido del miércoles, terminó de abrirle los ojos a los 4 millones de ticos que aún teníamos la esperanza de ver a la selección en el mundial de Sudafrica.


La actitud de los jugadores durante toda la eliminatoria, las malas decisiones de los administrativos, y el pésimo nivel del campeonato, presagió lo que terminó por suceder. Costa Rica quedó eliminada de la máxima cita futbolera, y deberá esperar cuatro años más para intentar algo nuevamente.


Los comerciantes se quejan de las pérdidas que va a provocar, por la poca afluencia a bares y restaurantes, pocas ventas de paquetes turísticos. En fin, la selección mayor de futbol que tanto idolatramos, no solo nos dejó en ridículo, si no que va a provocar un desbalance económico, tanto para el propio fútbol, como para comerciantes independientes.


Lástima todas las facilidades que se la brindan a los jugadores, premios, viáticos, concentraciones en hoteles de lujo y hasta nutricionista propia.


Pero mientras todos estabamos atentos a esa pequeña chispa de esperanza que quedaba, la selección de Surf, estaba regresando al país, luego de haber ganado el segundo lugar en el campeonato realizado en Brasil. Aparte de los familiares de los integrantes de la selección, no hubo medios de comunicación recibiendolos, ni caravana hasta San José, y menos premios económicos. Inclusive, algunos de los miembros de la selección no pudieron viajar por falta de patrocinios y apoyo.


A la fecha aún se habla del descalabro de la selección de fútbol, y no del buen suceso de la selección de Surf. No obstante, no deberíamos quedarnos en ese nivel. Al césar lo que es del César. Si los muchachos que fueron a Brasil regresaron triunfadores y con varias medallas en su pecho, se les debería valorar y reconocer. Abrir los ojos, y ver más allá de una cancha de fútbol, y ver que el deporte en Costa Rica no se límita a 23 jugadores alcahueteados por todo un país y que no son capaces de brindar una alegría. He aquí un gran pendiente para todo un país que nos jactamos de ser los mejores en muchas cosas: Apoyar a los que en verdad son los mejores.

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