viernes, 9 de octubre de 2009

Crónica "Terremoto Cinchona"


La mañana se desenvolvió normal en el trabajo, papeles iban y venían. Como era normal, David y yo decidimos ir a almorzar. Nos dirigimos al comedor, y cada uno recogió la bandeja, el vaso y los cubiertos. David se fue al área del buffet, y yo hacia las pastas…

Que rico un spaghetti en salsa blanca. Mientras hacía fila para pedir, observé por los ventanales del comedor, como los muchachos encargados de limpiar las ventanas, guindaban en un arnés. Pensaba que incómodo y peligroso debía ser estar en esa posición, cuando de un momento a otro, vi que se tambaleaban de una forma poco usual.

Dentro de la cocina se escuchaban ruidos donde caían los platos y otros utensilios. De un momento a otro el piso comenzó a moverse de una forma muy rápida. Yo mantuve la calma, tenía hambre y no quería perder mi puesto en la fila, y aproveché que dos personas que estaban delante de mí salieron corriendo por el susto, junto con casi la totalidad de la gente que estaba en el comedor.

Volví a ver y David también seguía haciendo fila. Un temblor más pensé para mi mismo. No entendía porqué la gente salía tan asustada. Mis padres me enseñaron desde pequeño que no había que temerle, solo era cuestión de tener precaución.

David y yo nos dirigimos a sentarnos y vimos a Ericka, sola y de lo más tranquila. Su estado de embarazo no la hizo perder la cordura. Nos sentamos con ella y le preguntamos por Frank, el usual compañero de almuerzo, pero nos contó que primero intentó meterse debajo de la mesa, y luego salió corriendo sin probar bocado.

Mientras almorzábamos sentíamos las réplicas, y veíamos como las pocas personas que quedaban adentro apresuraban el almuerzo y salían. Nosotros conversábamos de lo mas normal, y al terminar, decidimos salir a tomar, un poco de sol, a relajarnos.

Al momento de hacer eso, nos dimos cuenta, que las más de mil personas que trabajan en el edificio, estaban afuera. Éramos parte de los pocos que no sabíamos que el edificio había sido desalojado, mientras revisaban estructuras y demás.

El resto de la tarde fue historia. Estuvimos más de una hora afuera, sin nada que hacer, solamente escuchar el radio en donde decían que el epicentro había sido en Alajuela, pero no daban más detalles.

Al entrar, nos dieron permiso para que nos fuéramos a nuestras casas a revisar si había sucedido algo, ya que nos había sido imposible comunicarnos por teléfono.

Al llegar a la casa, y ver las noticias es que comprendí la magnitud de ese pequeño movimiento que sentí a la hora de almuerzo. Los desaparecidos aumentaban, y ya hablaban de personas muertas. El país estaba en luto, y las brigadas de emergencia trabajaban a más no poder.

Simplemente, fue un suceso que no lo podía creer.

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